20081017

Inmortales

Inmortales

No sé cuantos siglos he pasado aquí, sentado en esta banca forrada. El tiempo es algo que ya no tiene sentido, todo pasa y nada pasa. El clima es perfecto, cálido. Lejos de ser algo insoportable que obliga a sudar, lejos del frío que hela los huesos.
Avanzamos, a media velocidad, hay bastante tráfico, pero no hay trancón. En la calzada del medio pasan los autos particulares rápidamente. ¿Por qué van tan rápido, ¿por qué tienen tanta prisa?, creo que no saben que estamos condenados a vagar eternamente por las calles.
Aquí dentro no escucho más que el ruido del motor y dos personas conversando en la silla de atrás. Recuerdo haber alguna vez escuchado música, de un viejo radio, tal vez fue un sueño, tal vez en otro autobús. Una señora habla enérgicamente por su teléfono, cuando ya nos hayamos acostumbrado a escucharla colgara, entonces viajamos y viajamos, cuando se haya borrado su voz de nuestra memoria, incluso de la de ella misma, volverla a llamar. Ella no sabe que eso sucederla, no sabe que eso ha sucedido ya, no conoce este plan. Hemos de recorrer tantas calles como sea necesario para que ella olvide que ya ha llamado antes, es importante que también lo haya olvidado aquel que contesta su llamada.
Escucho también dos locos arañando un par de guitarras destartaladas. No saben que jamás lo lograrán. Están rotos sus instrumentos, son viejos, al parecer tienen cuerdas nuevas, que siempre se desafinan, el tanto aflojarlas y apretarlas va a reventarlas. Sacarán de su mochila otra cuerda nueva, quien sabe de donde en esa mochila infinita, no importa, todos, ellos mismos, habremos olvidado que ya algunas vez habían cambiado las cuerdas, viajando en este autobús.
Estoy sentado en una silla que da al corredor, en la mitad del bus. A mi izquierda está sentada leyendo una desconocida de cabello rojo, tiene un fulgor único, los tibios rayos del sol crean un aura mágica. Creo que en una vida anterior ella y yo nos conocimos. Quizá ya lo olvidamos, carajo, me es familiar, me provoca besarla, es tan hermosa, simplemente es agradable quedarme aquí sentado junto a ella. Seguro eventualmente ella guardará el libro en la maleta, bien sea por que se canse o por que lo acabe de leer. Siglos después el libro estará en mi mochila. Entonces yo empezaré la lectura. Será leído y releído. Entonces ella tendrá la misma curiosidad y querrá leer, callará como yo ahora, pensará lo mismo que yo y descubrirá la trama divina.
El sol está clavado en el cielo azul, una que otra pequeña nube se deja ver. A lo mejor alguna vez fue de noche. Una noche sempiterna, una noche afuera y nosotros aquí, en el mismo autobús.
Vamos por esta ciudad infinita, ahora tan verde, tan radiante. Cada instante recorremos calles que difieren infinitesimalmente de la anterior, una compleja sinfonía que se repite con ligeras variaciones de un compás a otro. Llegamos a un puente, el cruce de dos avenidas. ¿Rompe esto la simetría? No, esto no varía gran cosa, tomamos la nueva avenida, idéntica a la anterior, tan amplia, tan llena de verde con los árboles, con el mismo tráfico, idéntica excepto por la tabla que dice la ruta del bus, el conductor le ha dado la vuelta. ¿Qué decía antes? No me fijé, ya no importa, lo olvidaré.
Siendo razonables la ciudad no es infinita, pero si es lo suficientemente grande como para que un viajero olvide hacia donde va a mitad de camino.
Se detiene en un semáforo, alguien sube. ¡Wow!, un rostro nuevo que estudio hasta hartarme, es algo inútil por que lo olvidaré, pero me distrae de la monotonía. Pasa y se sienta atrás, fuera de mi campo óptico, resta ahora ver por la ventana. Quizá cuando yo subí alguien me escudriñó como yo lo he hecho, entonces tal imagen ya la ha sido desterrada de mi memoria, pero ¿subí?
No importa, estoy cómodo a pesar de estas sillas dura y poco económica, el aire es fresco y cálido esta mañana, miro el cielo azul y soy feliz, no me preocupa nada, quién fui, quien soy ni a donde voy. ¿Qué mas se le pide a la vida?
¿Estoy en el cielo? Siendo así estoy dispuesto a pasar la eternidad aquí…
Ella cierra el libro y lo guarda en la mochila.
—Llegamos.

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Filipo Rviz y el Taller del Cuento Ciudad de Bogotá 2008

Sobre esta página

Filipo Rviz / Felipe Gómez abre este espacio en abril de 2008 cuando hizo parte del Taller de Cuento Ciudad de Bogotá 2008.
Dirigido por Carlos Castillo Quntero
http://www.tcuentobogota.blogspot.com

Desde entonces esta Bolsa de Ideas reune los relatos preliminares.


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