20121213

Del afán solo queda el cansancio




Soda Stereo
Comfort y Música Para Volar


La cagaste compadre. En este instante se pulverizan tus rodillas, darás media vuelta canela en el aire, ya sabes en cuál panorámico terminarán tus sesos.

Y todo por ponerse a pendejear, el absurdo corre corre, afán pendejo. ¿Quién iba a creer que esa berraca maña de llegar siempre tarde te la cobraría tan caro? Como dice tu taita: mañas viejas son costumbres. Desde chinche te levantabas tarde, desayunabas en un dos por tres, salías sin lavarte la boca y corrías como alma que lleva el Diablo, le hacías cara de ternero al portero que te dejaba entrar cuando todos ya estaban en formación. ¿Cuántas veces te mandaron de vuelta a casa? Pero eso si, cuando era a jugar fútbol llegabas puntual, con el uniforme completo, presto a joder a los demás por llegar tarde, parecías el árbitro. Años después tan solo cambiaste los guayos por el taco y la tiza, el Frutiño por el lúpulo y la cebada.

Recuerda cómo te fregaron en la universidad. Nunca pudiste llegar temprano a clase de siete, bueno, vaya y venga las contadas excepciones en las que llegabas con la perra viva sin haber parado en casa. "Pero si ese no cumple ni años", decían entre risas cuando te elegían para los trabajos en grupo. "Yo llego tarde pero siempre llego" alegabas convencido.

¿Qué pasó hoy Mano? Te despertaste temprano, justo para ver el amanecer sobre el cerro del cable, te rascaste las bolas, mil años tomando una ducha, un desayunito bien jalado, defecation, enciendes el laptop a revisar las pendejadas que publican todos en las redes sociales, escribes una que otra burrada y cuando menos te das cuenta el tiempo ha volado. Saliste tarde de casa, te devolviste por el informe que dejaste en la impresora, como raro no te cepillaste la boca y te convenciste de haberlo compensado con un par de chicles. Caminaste con una arveja entre el culo diez calles hasta la avenida, la última corriendo tan rápido como el paño te lo permitió, un taxi hasta la cien cerca de la autopista. Miraste con frenesí el reloj una y otra vez cuando el carro se estancó en el trancón de las nueve. Pagaste y le dejaste al tipo el cambio. Abriste la puerta sin mas ni nada y casi bajas un motociclista hampón. Cruzaron cordialmente putazos. Corriste hacia el separador sobre la línea del tren, miraste por última vez el reloj, faltaban tres minutos para empezar la reunión en la que seguramente te iban a dar el ascenso.

Pues ni modo, no hay más que hacer. No hay que llorar sobre la leche derramada. Fémur roto. Pelvis quebrada. Una muerte instantánea sería lo más cómodo. Conociéndote serías un miserable si sobrevivieras al accidente. No podrías volver a caminar, ni modo del futbolito dominguero, azotar baldoza con salsa brava en los planes de cacería. Nah. No te imagino feliz en una silla de ruedas per saecule seculorum, dependiendo de alguien más para cocinar, tomando el transdemonio ultra-copado en los días de pico y placa. Con lo orgulloso que eres te pudrirías si despertaras sentimientos de lástima.

¿Una última voluntad? No alcanzo a distinguir si ese sonido es el del cristal o el de tu cráneo quebrándose. En todo caso algo de cuero cabelludo quedará metido entre las grietas del vidrio. Seguro el Rolex se lo va a llevar el patrullero antes que lleguen los de medicina legal, si estás de malas te aguantarás unos veinte minutos agonizando en el suelo, llegarán los paramédicos, fijo uno de ellos se llevará la pluma Mont-Blanc que te regalaron al graduarte. Ya que importa.

¡Vaya! Te has quedado ciego, en menos de un abrir y cerrar de ojos serás otra cifra en las estadísticas de la Secretaría Distrital de Transporte. Qué ironía. Jóven ejecutivo de una prestigiosa empresa de seguros de tránsito muere atropellado por un carro particular a dos calles de la oficina. Al menos te vas feliz. Acéptalo, la pasaste bueno con tus amigos. No encontraste tu media naranja, igual no la estabas buscando, pero tiraste como adolescente hasta los treinta. Compraste tu casa, tienes tu carro, del gato se encargarán los vecinos, no tienes ni idea de quién se encargará de avisarles a todos en tu cuenta de facebook, eso es lo de menos. Cagada por tus taitas que creen que el orden natural de las cosas es que los hijos entierren a sus padres, aunque siempre estuvieron orgullosos de ti.

No siendo más el motivo de la presente iré a esparcirme sobre un parabrisas. Feliz tarde.

20120603

Gato

Gato despierta en cama ajena. Él está acostado roncando, ella ya se ha levantado, quizá está en la cocina preparando el desayuno. Gato bosteza, mira hacia la pared infestada de libros, sacude su cabeza un par de veces, se estira como sólo los felinos pueden hacerlo. Gato salta sobre la alfombra, asoma primero los bigotes, no hay gatas en la costa, camina con parsimonia hacia las escaleras y baja, levanta su hocico, cierra los ojos para dejarse seducir por el aroma del chocolate.
     Cuando pasa por la cocina la encuentra, está concentrada en dar vuelta al omelet. Justo antes de poder establecer contacto visual Gato corre hacia el estudio, empuja con su cabeza la puerta apenas ajustada. Claudia ve una cola peluda escondiéndose en el cuarto.
      Gato está en su salsa. Sabe que las gatas no vendrán a fegarle la vida. ¡Pobre de aquella que ose a violar su recinto! Salta sobre la mesa de trabajo, examina meticulosamente las herramientas sin tocarlas, evita el soplete, ya alguna vez se chamuscó los bigotes, pero se detiene frente al crisol. Estira la pata queriendo agarrarlo, lo tambalea y hace girar. Gato sonríe sin saber que juega con una pieza de cerámica que esconde el secreto de la civilización humana. Ya satisfecho recorre el resto de la mesa, toma impulso y se lanza hacia lo alto de la biblioteca. Aquí arriba se mezclan los olores del óleo y la trementina, el lienzo nuevo, miles de hojas de papel impreso.

      Claudia entra en el estudio con los platos en las manos. Gato la observa. Ella se sentará en el mismo rincón del sofá, pondrá algo de Coltraine o de Armstrong, comerá su tortilla pero le guardará un bocado, lo llamará y él bajará. Ella tomará trozos de pan y los remojará en el chocolate espeso solo para él. Ella esperará que él acabe para sentarse a leerle, le recitará en voz alta algunos fragmentos. Gato sonríe. “¡Qué bien le he domesticado!”

20120305

Oda Candente

De los tiempos que cambian,
las pruebas son otras,
las afrentas caducan,
el amor se mide por los orificios auscultados con yemas sin huella.

La inflamación del Clitór
El deforestado monte de Venus
Temis, Tetis, Artemisa
son nombres ya olvidados
por que los hombres han sido obnubilados
no por la fiebre del oro.

Otra es la Meca.
Otras las ansias.
Mas el deseo sigue intacto
poseer el bien más preciado
inmaterial, invaluable.

De la mirada infinita, omnisciente
fría y distante del ciego Borges
jamás escapó tal secreto
deleitable como el corcho y el cieno.
La cuenca vacía, el tercer ojo
misterio místico loable.

El camino no es desconocido
El ser humano no es necesario.
Pues cualquier otro mamífero lo ha de encontrar.

Siempre hay vivarachos
que encuentra un camino más corto.
Elixir conector,
reduce agobios y penas
hidrocarburos saturados varios y homogéneos.

La terminal de los mil y un nervios espera
se funda esa roca la espada
que ningún Arturo extraiga jamás.

20120114

La poesía del caracol

 Bolero
Maurice Ravel





¿Por qué me gusta vivir en las alturas? Para entenderme tienes que olvidar las nociones de fluido y tiempo que tienes en mente.

Si te hablo de un día entenderás perfectamente la unidad de tiempo en la que se interpone una noche de sueño. te hablo de un mes y tienes como referente un ciclo lunar. Año es la unidad de medida entre un cumpleaños y otro, navidad, día de la madre, día del padre, día del maestro, festivos, festivos.

Pero el problema viene cuando le paras bolas a tiempos un orden de magnitud por encima. La década es una unidad que asusta, la vida de los seres humanos dura en promedio menos décadas que los dedos de las manos, sin embargo todavía puedes hacerte a la idea de una o dos décadas, en mi caso no puedo imaginarme de buenas a primeras qué son tres décadas, no he pasado del cuarto de siglo. Y si te digo siglo, te suena a unidad de medida papal, guerras, guerras, guerras. Cuando se habla de siglos se omiten las vidas de los seres humanos como unidades, se habla de las colonias, de los pueblos, se habla de los avances científicos y sus revoluciones tecnológicas. Hablar de milenios entra en el régimen inconmensurable. No se habla de reyes sino de dinastías, especies animales y vegetales extintas. De ahí que sea tan complicado entender las escalas geológicas, la formación de nuestro sistema solar, la edad del universo.

Hablar de tiempos tan grandes no es simplemente andar sobre una recta con escala logarítmica. Si lo haces así perderá toda la magia.

Tienes que empezar a ver las cosas a otra velocidad, tienes que tomarte el tiempo y la calma para degustar con todos y cada uno de los conos y bastones de tu retina de la poética parsimonia de los movimientos, tener la paciencia para estudiar durante un día ininterrumpidamente el lento avanzar de un caracol por el jardín, sin dejarte llevar por los impulsos gastropodoclastas innatos en los mamíferos superiores. Entenderás entonces que esa es la rapidez justa en la que crece la concha del caracol para no irrumpir el delicado equilibrio que tiene con las rocas y las plantas, encontrarás que su movimiento es majestuoso como el de los elefantes en el Serengeti y las medusas gigantes australianas.

No solo líquidos y gases son fluidos. Los sólidos gránulos de arena te muestran cómo una montaña puede desplazarse con el viento, las dunas como olas del mar seco se arrastran por los alisios. El Amazonas es un mar verde incrustado entre el Atlántico y el Pacífico. El verde de los árboles es un fluido que se mueve a la velocidad del caracol, apenas perceptible, posible de ver si y solo si abstraes y eliminas el vaivén de las ramas producido por el viento. Los árboles son una marea que crece constantemente durante décadas para finalmente caer en segundos, tienes que dilatar tu concepción del tiempo para encontrar este movimiento armónico simple.

Verás ahora que la condición que pido no es tan solo una residencia en las alturas, quiero una con árboles por doquier, donde pueda ver los edificios altos asomándose por encima de las copas como barcos en el mar, para despertar cada mañana y sentir subir la marea, para ver a los pájaros como peces voladores. Quiero vivir en el tiempo que se cuenta por décadas, de ser posible quisiera vivir entre las montañas, donde el respirar de la corteza terrestre se cuenta en eones.

Filipo Rviz y el Taller del Cuento Ciudad de Bogotá 2008

Sobre esta página

Filipo Rviz / Felipe Gómez abre este espacio en abril de 2008 cuando hizo parte del Taller de Cuento Ciudad de Bogotá 2008.
Dirigido por Carlos Castillo Quntero
http://www.tcuentobogota.blogspot.com

Desde entonces esta Bolsa de Ideas reune los relatos preliminares.


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