20120114

La poesía del caracol

 Bolero
Maurice Ravel





¿Por qué me gusta vivir en las alturas? Para entenderme tienes que olvidar las nociones de fluido y tiempo que tienes en mente.

Si te hablo de un día entenderás perfectamente la unidad de tiempo en la que se interpone una noche de sueño. te hablo de un mes y tienes como referente un ciclo lunar. Año es la unidad de medida entre un cumpleaños y otro, navidad, día de la madre, día del padre, día del maestro, festivos, festivos.

Pero el problema viene cuando le paras bolas a tiempos un orden de magnitud por encima. La década es una unidad que asusta, la vida de los seres humanos dura en promedio menos décadas que los dedos de las manos, sin embargo todavía puedes hacerte a la idea de una o dos décadas, en mi caso no puedo imaginarme de buenas a primeras qué son tres décadas, no he pasado del cuarto de siglo. Y si te digo siglo, te suena a unidad de medida papal, guerras, guerras, guerras. Cuando se habla de siglos se omiten las vidas de los seres humanos como unidades, se habla de las colonias, de los pueblos, se habla de los avances científicos y sus revoluciones tecnológicas. Hablar de milenios entra en el régimen inconmensurable. No se habla de reyes sino de dinastías, especies animales y vegetales extintas. De ahí que sea tan complicado entender las escalas geológicas, la formación de nuestro sistema solar, la edad del universo.

Hablar de tiempos tan grandes no es simplemente andar sobre una recta con escala logarítmica. Si lo haces así perderá toda la magia.

Tienes que empezar a ver las cosas a otra velocidad, tienes que tomarte el tiempo y la calma para degustar con todos y cada uno de los conos y bastones de tu retina de la poética parsimonia de los movimientos, tener la paciencia para estudiar durante un día ininterrumpidamente el lento avanzar de un caracol por el jardín, sin dejarte llevar por los impulsos gastropodoclastas innatos en los mamíferos superiores. Entenderás entonces que esa es la rapidez justa en la que crece la concha del caracol para no irrumpir el delicado equilibrio que tiene con las rocas y las plantas, encontrarás que su movimiento es majestuoso como el de los elefantes en el Serengeti y las medusas gigantes australianas.

No solo líquidos y gases son fluidos. Los sólidos gránulos de arena te muestran cómo una montaña puede desplazarse con el viento, las dunas como olas del mar seco se arrastran por los alisios. El Amazonas es un mar verde incrustado entre el Atlántico y el Pacífico. El verde de los árboles es un fluido que se mueve a la velocidad del caracol, apenas perceptible, posible de ver si y solo si abstraes y eliminas el vaivén de las ramas producido por el viento. Los árboles son una marea que crece constantemente durante décadas para finalmente caer en segundos, tienes que dilatar tu concepción del tiempo para encontrar este movimiento armónico simple.

Verás ahora que la condición que pido no es tan solo una residencia en las alturas, quiero una con árboles por doquier, donde pueda ver los edificios altos asomándose por encima de las copas como barcos en el mar, para despertar cada mañana y sentir subir la marea, para ver a los pájaros como peces voladores. Quiero vivir en el tiempo que se cuenta por décadas, de ser posible quisiera vivir entre las montañas, donde el respirar de la corteza terrestre se cuenta en eones.

Filipo Rviz y el Taller del Cuento Ciudad de Bogotá 2008

Sobre esta página

Filipo Rviz / Felipe Gómez abre este espacio en abril de 2008 cuando hizo parte del Taller de Cuento Ciudad de Bogotá 2008.
Dirigido por Carlos Castillo Quntero
http://www.tcuentobogota.blogspot.com

Desde entonces esta Bolsa de Ideas reune los relatos preliminares.


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