20100621

Muerte o Ausecia

A Don Benjamín lo atropelló una tractomula el sábado por la mañana, salía del turno de la noche como vigilante en el conjunto donde vivo. Dejó una viuda, seis hijos y otros tantos nietos.

Hace años la tía (abuela) Lola murió de cancer en el estómago según los médicos, yo sé que fue por pena moral tras la muerte de su hijo por un absurdo accidente de tránsito del que salió caminando, pero se lo llevó cuando estaba en el hospital.

El Tío (abuelo) Antonio luchó contra un cáncer de estómago dos años. No pudo más, murió después del año nuevo del veinte diez. Era apénas unos años mayor que mi mamá, eso la afectó muchísimo.

Estas muertes me llegan de uno u otro modo, pero no eran seres tan allegados como para aflijirme profundamente por su deceso. ¿Entonces qué es la muerte para mí? Es como si Don benjamín hubiese renunciado, o hubiese sido trasladado a otro barrio, la muerte es como si nunca hubiera vuelto a Tenjo a visitar a la tía (y de hecho no he vuelto). Es como si el tío Antonio se hubiera ido a Estados Unidos a trabajar con el tío Misael. La muerte se reduce a un profundo desconociemiento de la conciencia del obciso, aunque bien se tiene en cuenta su paradero (osarios, urnas y demás).

Caso completamente distinto el de Julieth, una chica de 19 años, con una vida bien complicada per se. En las buenas y en las malas la acompañaba su hermana menor. Nunca la conocí más que por fotos, pero sé que era feliz. De repente esta chavala se muere. (Infarto, muerte súbita, no me atrevo a preguntarle a Julieth)

Ahora estimados lectores les demostraré en lo personal lo más cercano a tan macabra experiencia. Supongan que la mujer que aman se va. Simplemente se va. Os dejo a vuestro criterio el tipo de despedida. Supongan que no pueden contactarla por más detective privado que le metan a la cosa, pues ella se ha mudado, cambió su número telefónico y cerró su e-mail. A lo mejor cruzó el océano y empezó una nueva vida en una isla solitaria con bellos acantilados en Italia. Supongan que queda de ella tan solo un vacío silencioso en su lugar.

Supongan que ella no es el centro del universo, pero bien es una parte escencial en vuestra vida, se ha convertido en algo tácito, inherente, y sin embargo podía irse en cualquiér momento. Supongan que en dicha situación deben mantenerse en sus cabales, pues la vida sigue. Ahora pasan los meses silenciosos, ya se ha perdido la cuenta de los días de la última vez que hablaron. Los recuerdos pueden ser decantados, se extrae el zumo, lo valioso de la interacción persona-persona con el ser perdido. Eventualmente llegará la resignación y la aceptación del abandono, eventualmente, pues tal proceso puede durar en algunos casos unas noches o toda una vida.

Para fines prácticos ella ha muerto y sus cenizas se han esparcido desde la lanzadera espacial a 400 km de altura sobre todo el globo. Está en algún lugar de la Tierra. Luego, el duelo.

Entonces, ¿qué diferencia la muerte de la ausencia?

Aquí operan los milagros, no precisamente lazarescos, o de transplante cerebral tipo Frankestein.

Ahora suena el teléfono, ella quiere un tomar café.

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Filipo Rviz y el Taller del Cuento Ciudad de Bogotá 2008

Sobre esta página

Filipo Rviz / Felipe Gómez abre este espacio en abril de 2008 cuando hizo parte del Taller de Cuento Ciudad de Bogotá 2008.
Dirigido por Carlos Castillo Quntero
http://www.tcuentobogota.blogspot.com

Desde entonces esta Bolsa de Ideas reune los relatos preliminares.


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