20130925

Fidelidad: De Dirac a Moraes

...Puedo decir del amor (que tuve):
que no sea inmortal, puesto que es llama 
pero que sea infinito mientras dure.

Soneto de Fidelidad, Vincius de Moraes.

La teoría especial de la relatividad presentada por Albert Einstein en 1905 cambió radicalmente la concepción de algo conocido intuitivamente por todos: el tiempo. Hoy en día sabemos que la simultaneidad depende del observador, que las cosas pueden contraerse, que el tiempo mismo corre distinto, todo para mantener invariante la velocidad de la luz.
    Parece ser que los físicos (desde Newton) nos ensañamos en un determinismo absurdo que asignaba un mismo tiempo para todos los observadores, tanto en marcos de referencia inerciales como no inerciales, incluso cien años después después de Einstein. No me refiero a la física, sino a la vida.

    En particular, este servidor está reconociendo que no tiene la capacidad de entender cómo el tiempo se dilata o se contrae según el ritmo de vida que llevamos, que ese ritmo es único para cada observador, por más que estemos todos en el mismo marco corrotacional, 24 horas/día a más de 23.000 km/s dándole la vuelta al Sol. Y esto no se restringe a cuestiones laborales, académicas, nutricionales y jornadas de higiene personal. Va más allá, se extiende a la vida misma, a quien se es, quien se quiere ser, con quien se quiere estar.
    Me cuesta mucho comprender cómo el amor puede ser no simultaneo. Para un reduccionista es trivial, el amor se le puede acabar (primero) a uno de los dos. En un sentido relativista ambos empezamos al mismo tiempo, como la liebre y la tortuga, corriendo cuesta abajo, tú liebre sin pereza no paraste para descansar, yo tortuga me moví apenas más rápido que un caracol, y cuando sentiste insalvable tal distancia entre los dos abdicaste. Aprendí a correr, y cuando pude ir a toda marcha ya no estabas.

    Por otro lado, el principio de incertidumbre de Werner Heisenberg puede interpretarse bien como que la medición altera el sistema cuántico que se está observando, o como que el sistema puede estar en uno de infinitos estados posibles pero solo con la medición todas las posibilidades colapsan para que exista solo una. 
    Y así es la vida: en cada momento se tiene un abanico infinito de posibilidades, universos paralelos que tienen este mismo punto de partida, aquí y ahora. ¿Qué es vivir? Tomar decisiones, elegir una ruta que automáticamente elimina las demás, con cada paso que damos las demás opciones mueren para permitir la realización de un futuro. Si no se hacen elecciones el abanico de posibilidades permanece abierto, y puede ser así por siempre, pero no habrá futuro.

     Los versos de Moraes tienen para mí un sentido matemático bien conocido: Delta de Dirac. Esta función no tiene análogo tangible, pero describe perfectamente aquel sentido mortal e infinito. En un intervalo (de tiempo) infinitesimal esta función crece más que cualquier otra conocida, en principio sin punto de convergencia. Así es el amor, desaforado, sin límite, infinito. Y luego, sin más, se precipita con la misma rapidez que creció para quedar en ceros, llana, como si nada extraordinario hubiera pasado nunca.


    Tú, mujer Delta de Dirac, te abandonaste al amor sin dudarlo, dejándolo crecer hacia el infinito. Cuando yo vencí el miedo a colapsar todas las opciones de vida para elegir una, elegirte, pude entregarme de lleno al amor, entonces ya estabas en ceros de nuevo.

La matemática tiene dos cuestiones a mi favor:
1) Cuando integras un delta de Dirac en un intervalo de tiempo, este deja huella.
2) No hay restricción alguna para sumar dos deltas sucesivos.




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Filipo Rviz y el Taller del Cuento Ciudad de Bogotá 2008

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Filipo Rviz / Felipe Gómez abre este espacio en abril de 2008 cuando hizo parte del Taller de Cuento Ciudad de Bogotá 2008.
Dirigido por Carlos Castillo Quntero
http://www.tcuentobogota.blogspot.com

Desde entonces esta Bolsa de Ideas reune los relatos preliminares.


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