La señora gorda le hace el pare al
colectivo. Lo hace sin ganas, ya se le han pasado otros carros tremendamente
llenos, los conductores la vieron, negaron con la cabeza su petición y se rieron
para sí mismos imaginando que tremendo trasero ocupa doble silla, por ende
doble pasaje ella ha de pagar.
El microbús en el que voy tiene
puestos libres, este chofer, chófer, chauffeur
le recogerá sin mofarse de su redondez. Estaciona con sumo cuidado el vehículo
cerca del andén en pro de las cortas piernas de la señora gorda.
La señora gorda inhala con
fuerza, agarra la manija externa con la diestra, con la siniestra busca apoyo
en la puerta del micro. Sube la pierna
izquierda y empieza a trasladar el peso pero sus rodillas no pueden con este.
Resopla. Cuarenta de sus sesenta y ocho años los ha vivido con sobrepeso, cuarenta años que pasan su factura en
situaciones tan vanas como una caminata de cuatrocientos metros, agacharse en
la cocina por un talego de papa pastusa, sentarse a orinar. Sin soltar sus
manos echa para atrás su cuerpo. Usará
como fulcro su pie izquierdo, inhala con furia, flexiona la pierna derecha,
cuenta uno, dos y tres, se lanza con la majestuosidad de una ballena jorobada
que asoma su cabeza fuera del mar. El cuerpo de la señora gorda gira
desacelerando sobre su pivote, el pie derecho se despega del suelo y es
imperceptible cómo en ese momento el vehículo se ladea hacia estribor. Sus
brazos tiemblan, su pierna izquierda está por desfallecer, en cualquier momento
puede caer hacia atrás, a romperse la sesera contra el andén. Entonces ocurre
un milagro. Flexiona la pierna al aire, con parsimonia busca apoyarse al lado
de su compañera. Su esqueleto cruje. El
balanceo culmina superiormente, ha pasado el punto de no retorno, está dentro
del colectivo.
El señor conductor pisa el
acelerador, la señora sufre su inercia con esfuerzo sobrehumano bamboleándose hacia
atrás. Es notable cómo la edad reduce la velocidad de reacción. La señora gorda
se mueve en un atmósfera aparte, densa como el agua, cada movimiento presenta
resistencia del éter a su alrededor. A pesar de todo logra asirse de las
barandas internas del carro. Los escalones son un obstáculo menor que evade
fácilmente presto como un oso perezoso de rama en rama, de tubo en tubo.
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